Bahía de Ha Long



Al amanecer, cuando la niebla levanta, surgen del mar caprichosas cumbres calizas creadas por los dragones celestiales que fueron enviados por el emperador de Jade para proteger la tierra de la invasión de China.  Los dragones, símbolos de realeza y buena suerte, esculpían joyas y jade, y éstas se convirtieron en islas e islotes. Pero el dragón no quiso volver al cielo después de que la tierra fuera anegada por el mar de China. Es la bahía de Ha Long, en vietnamita dragón descendente: un laberinto de unos tres mil islotes de origen kárstico en el golfo de Tonkin,  Noreste de Vietnam, cerca de la frontera con China. La mayoría de las islas están deshabitadas y su naturaleza no ha sido contaminada aún por el hombre. Ahora por sus pacíficas aguas navegan los barcos dragones cargados de turistas. Y en este mar sin olas, que contiene todas las gamas del verde, se dibujan como en una acuarela los juncos de velas rojas. Y se hace el silencio del ocaso caliente y dorado del trópico.

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